Continúa el bloqueo. Continúa la condena.

23 años seguidos pidiendo el fin del bloqueo genocida a Cuba. Así está el mundo, que en medio de problemas tan globales como la crisis económica y el peligro del virus de Ébola tiene tiempo para condenar una vez más la injusta, agresiva y geróntica medida impuesta por Estados Unidos a Cuba. La votación fue igual a la del año pasado: 188 a favor del levantamiento, tres que no supieron decidirse, debatiéndose entre la conciencia de la ilegalidad del bloqueo y el miedo a perder los “beneficios” de una “buena relación” con el poderoso Norte; y dos consuetudinarios violadores de los derechos humanos de los demás que insisten en mantener las acciones genocidas contra la pequeña isla, culpable de oponerse a los designios del imperio.
En el foro internacional se imponen cada vez más las razones humanitarias y los propios intereses mundiales de integración y libre comercio con quien cada uno quiera. Dentro de los Estados Unidos -creadores y mantenedores de una legislación que pretende aislar al Gobierno cubano del resto del mundo, a través de imposiciones, multas, negaciones de permiso para ingresar a territorio norteamericano, congelamiento de fondos y otras variantes del acoso extraterritorial, violando la soberanía del resto del mundo- crecen las voces que piden al gobierno asentado en Washington cambiar la postura hacia el país revolucionario situado a solo 90 millas náuticas de sus costas: inversionistas, comerciantes, políticos y hasta el influyente diario “The New York Times” se han sumado a ese coro de voces desoídas, hasta ahora, por aquellos que manejan la política imperial. Eso ya es un hecho. Ahora, ¿qué pasará dentro de los propios Estados Unidos y qué hará la ONU al respecto?
La historia de estos 23 años dice que nada. La ONU es un aparato inservible que solo toma decisiones cuando son impulsadas u obligadas por el poder económico y militar que maneja EE.UU cuando se trata de atacar y desestabilizar a países que producen petróleo y otros recursos importantes lejos de sus fronteras. En USA deberá crecer la presión de los sectores que saben perdido un buen mercado cerca de casa para sus inversiones y comercio de productos y servicios en ambos sentidos, junto a un debilitamiento ya visible de aquellos políticos retrógrados de origen cubano que cada vez pierden importancia en la decisión de voto de los residentes floridanos, condiciones para que el Gobierno yanqui valore la posibilidad de terminar con un genocidio lento, de varias décadas, que ha incidido en la calidad de vida de los cubanos dentro de la isla, pero que en nada ha influido en la desestabilización y la siempre esperada caída del gobierno cubano, objetivo principal de las medidas unilaterales extraterritoriales enmarcadas en la política antigua de la “fruta madura”.
Los sectores reaccionarios cubanoamericanos culpan del fracaso a un férreo control estatal dentro de Cuba, pero no quieren reconocer que el pueblo cubano ha decidido soberanamente el sistema social y económico ya desde antes de 1959, cuando se abocó a la lucha contra la tiranía y el colonialismo imperialista. Tampoco quieren dar crédito a los cambios que está experimentando su país de origen hacia una economía más abierta, con menos carga estatal y más resultados por esfuerzos propios, aunque están descartadas las privatizaciones y la entrada de grandes emporios económicos que saquearían las riquezas nacionales y echarían por tierra los grandes logros cosechados en salud, educación, ciencia e investigación que han puesto a Cuba en lugares cimeros a nivel mundial, a pesar del bloqueo.
La solidaridad mundial es importante. Los países ven claramente que también sus derechos y sus soberanías están siendo pisoteadas por los pataleos de un grupúsculo anticubano varado en el tiempo, que durante muchas décadas obligó al gobierno norteamericano a implementar e incluso endurecer las medidas de bloqueo contra Cuba, todo a cambio de los votos de la Florida.
Así están las cosas. Cuba otra vez gana la pulseada. Una vez más el mundo se pronuncia contra el genocidio. Solo queda esperar que esta resolución desemboque en acciones concretas permitiendo a los cubanos acceder al comercio y las relaciones comerciales internacionales en igualdad de condiciones, pero sin condicionamientos de ningún tipo, porque, desde cualquier punto de vista, es una cuestión de soberanía.

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