La noticia de la
semana pasada me sorprendió, como sorprendió a todos dentro y fuera de la isla.
Martí dijo alguna vez: “en silencio ha tenido que ser, porque hay cosas que, para lograrlas, han de
andar ocultas…”. Y pasó. El anuncio de normalización de relaciones entre
Estados Unidos y Cuba, la liberación de los tres Héroes antiterroristas que
quedaban prisioneros en el norteño país y del contratista norteamericano
detenido en el país caribeño, más el sorprendente anuncio de un posible
levantamiento del embargo económico y comercial que mantenía E.E.U.U contra
Cuba desde hace más de cincuenta años, tomaron desprevenidos a tantos que la
noticia se esparció viralmente y durante días ha acaparado las portadas de los
principales y no tan principales medios de comunicación en el mundo.
Y es que lo que ha
sucedido tiene tanta trascendencia que es difícil imaginar un hito histórico en
este siglo mayor que lo que acaba de ocurrir. Digamos que comparable a la
desafortunada caída del bloque socialista en la década de los noventa de la
pasada centuria.
En Estados Unidos la
gran mayoría de los residentes cubanos emigrados han festejado la medida del
presidente Barack Obama, y una minoría ha elevado al cielo sus llantos y gritos
y ofensas al presidente negro. Entre los que se oponen a la normalización de
relaciones Cuba – Estados Unidos se encuentran un trío de fósiles furiosos
anticubanos, como son Ileana Ross-Lethinen, Mario Díaz-Balart y el nacido en
USA de padres cubanos Marco Rubio, los tres parte de las filas políticas
republicanas, quienes advirtieron que harán lo imposible para vetar cualquier
intento de acercamiento con la isla.
Este trío de
dinosaurios no quiere ver la obvia realidad, no quieren leer bien el mensaje
que el gobierno y la sociedad norteamericana les está mandando: no van a
permitir más que un grupúsculo de advenedizos foráneos les diga a los
norteamericanos lo que deben hacer respecto a Cuba. El mejor ejemplo es que la
mayoría de los cubano-americanos residentes en Miami están cuestionando la
representatividad de esos tres retrógrados y apoyan completamente la decisión
de Washington de comenzar a reconstruir las relaciones diplomáticas y de
intercambio.
Ahora bien, y sin
pecar de escepticismo, hay que mirar bajo lupa las próximas acciones del
gobierno estadounidenses con relación a posibles condicionantes en cuanto a un
posible levantamiento del bloqueo (considerado por Obama y otros líderes de
ambos partidos políticos yanquis como obsoleto e inservible), pues en su
discurso, el presidente norteño se refirió a cambios sociales, políticos y
económicos pensados desde la lógica del american
way of life y por su parte, el presidente cubano remarcó que no habrá
cambios de principios, lo cual apunta a que no habría un regreso a la economía
de mercado y que las relaciones entre ambos países deben centrarse en la
convivencia pacífica y el respeto mutuo a las decisiones de los pueblos.
El levantamiento del
bloqueo, cuestión de primer orden moral y humanitario, que dejaría ver la
verdadera vocación de USA para resolver de una vez el conflicto histórico y
recomenzar relaciones normales con Cuba, no será fácil. Se prevé que haya
oposición en el Congreso y el Senado por parte del bloque republicano, donde
Díaz-Balart, Rubio y Lethinen aun creen tener fortalezas, pero donde también
varios representantes de peso, incluso presidenciables, también han criticado
el bloqueo y creen que un acercamiento con Cuba puede darles una ventaja
regional a la maltratada política exterior norteamericana. ¿Qué pesará más en
el debate, la obstinación dinosáurica de los retrógrados anticubanos, o el
sentido común y deseo de volver a planos decisivos en Latinoamérica y el Caribe
de Estados Unidos? Eso todavía está por verse. Los acontecimientos subsiguientes
tendrán la última palabra. Por ahota el pueblo cubano, de dentro y de fuera, se
regocija, pues, solo con el levantamiento del genocida bloqueo, ya se abre una
puerta de esperanza hacia un crecimiento económico que le ha sido vetado a la
isla revolucionaria por la obcecación de sucesivos gobiernos y la mafia
política cubanoamericana de Miami.
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