
Fotografía tomada del sitio: http://www.mcshuibhne.com/2009/04/16/2221-periodistas-a-la-calle-y-sin-soluciones-a-la-crisis-de-la-prensa/
Desde algún lugar remotamente histórico, Demócrito de Abdera nos mira, señalándonos el camino de la conducta recta a través de su “Tritogenia”: pensar bien, hablar bien y obrar bien.
Los que somos periodistas sabemos de qué se trata, se trata de ética, del ejercicio profesional responsable.
En el periodismo, como en cualquier otra actividad, hay reglas de comportamiento que deben ser respetadas, unas están escritas y legisladas correspondientemente, otras tienen que ver con la autorresponsabilidad en el manejo de los elementos que se utilizan. El químico-físico que maneja sustancias peligrosas debe observar procedimientos exactos, cumplir normas de protección y protocolos que eviten el daño a sí mismo y afectaciones a terceros.
El periodista maneja la información, la moldea, la manipula y la da a consumir… Si lo hace de forma irresponsable se arriesga a desatar consecuencias que pueden ser funestas y provocar “daños colaterales” significativos.
Un periodista que se respete sabe dos cosas fundamentales: una, que él rara vez constituye el centro de la noticia; dos, que su misión es informar a la audiencia de la manera más cercana posible a la realidad, sin desviaciones maquilladas y con objetividad. ¿Cuántos podemos decir que somos imparciales y equilibrados? Que alguien lance la primera piedra.
Más allá de esto se sitúa el respeto al público, ese público capacitado naturalmente para recibir la información de la fuente con el menor número posible de intermediarios, tal como es, y, a partir de sus propios conocimientos, experiencias vividas y valores, asimilarla y formarse SU opinión.
Los consumidores de noticias e información no necesitan, por regla general, que nadie, aunque sea periodista, les diga qué o cómo pensar, eso más bien molesta, ataca la autoestima de la persona que sabe leer y pensar.
En la teoría de la Agenda Settings los medios imponen el tema, desde puntos de vista editoriales, pero en la sociedad actual donde el internet y los medios comunitarios de comunicación democratizan el flujo de la información, las personas inteligentes construyen su propia visión de la realidad y si el periodista “se pasa” en los criterios que vierte, lo menos que gana es rechazo.
Por eso, cuando los periodistas (o comunicadores) intentamos posicionar a capa y espada nuestros criterios, porque tenemos el poder del medio, ese público inteligente nos cuestiona y nos anula con la actitud del descrédito.
En este sentido se puede afirmar que ser imparcial, ecuánime y preciso (a pesar de la obligada subjetividad) es el mejor método para sembrar credibilidad. La ética periodística no es solo un racimo de reglas impresas en un libro. Es un comportamiento recto, es un hablar y escribir sin intenciones subyacentes, es respetar al público (ese público inteligente más allá del nivel educacional adquirido) y no creer que porque esgrimimos un micrófono o contamos con un espacio en alguna publicación ya se es Dios omnipotente, omnipresente y omnisapiente.
La lógica siempre se impone aun en las mentes más lerdas.
Si el periodista quiere ser creíble, debe echar mano a la ética, hablar de lo que ve, como lo ve, no como lo siente. En fin, debe seguir a Demócrito, llevarlo en su conciencia: pensar bien, hablar bien y obrar bien. Así se gana la audiencia, su respeto y su credibilidad.
Tienes toda la razón del mundo; pero amigo, cuántos hay prostituyendo al periodismo y prostituyéndose a sí mismos. Especialmente contra mi país hay muchos escribiendo, sobrevalorando cualquier hecho que en cualquier parte es algo cotidiano. Realmente apaudo que haya periodistas como tú defendiendo la verdad. Un saludo desde Santiago de Cuba.
ResponderEliminar¡Vice! Qué alegría leerte en INTERNET, hablando de todos nosotros, y del periodista que dedemos ser. Estamos contentos de que te vaya bien. Un saludo de tus colegas Caro y Celia.
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